martes, agosto 03, 2010

El monte Fuji y la madre que lo parió

El monte Fuji existe. Lo sé porque he subido hasta la cima. Pero tampoco me habría importado seguir pensando que es un mural gigante pintado para que lo vea la gente desde lejos.

Subir al Fuji-san ("Fuji-yama" es una lectura errónea de los ideogramas) es una actividad bastante popular entre los turistas que vienen a Japón. No tanto entre japoneses: mientras algunos lo escalan una vez al año, la mayoría no se molesta.
"Por algo será", pensaba yo, y me planté en mi séptimo año en Tokio sin haber subido nunca al Fuji. Por algo era.

Akira, al que conocí en el Tibet, me propuso coronar la cima el sábado 31 de julio, año de nuestro Señor 2010. Dicho y hecho.

¡¡¡¡¡Pues no!!!!! ¡Dicho y hecho para vosotros, malditos lectores! (Para 10 seguidores que tengo, encima os insulto.) ¡Dicho y hecho para vosotros, que lo leéis cómodamente desde el sillón de casa o en el trabajo! A mí me costó una experiencia entre la vida y la muerte.

Realmente, exagero. Lo que sí que cruzó innumerables veces mi cabeza, fue "Sé que voy a salir vivo de esta montaña, ¿pero cuándo?"

El plan era sencillo. Akira venía a buscarme a mi casa en Tokio a las 3 de la mañana. Yo podría dormir en el coche. LLegábamos a las 6 de la madrugada a la quinta estación, dejábamos el coche y subíamos. La subida del camino Subashiri (pq hay 4 sendas que llevan a la cima) tardaría unas cinco horas y media, según la página web que consultó Akira. A mediodía estábamos allí, como tarde las 14h si descansábamos bastante. Bajábamos en 3 horas, y sobre las 18h, antes del anochecer, abajo. Como premio, un baño en aguas termales al pie del Fuji, para relajarnos, y para aliviar las previsibles agujetas. A las 22h en Tokio sin problema. El amigo Paco hacía fiestazo en su casa, era una opción a tener muy en cuenta si las agujetas no eran excesivas. (Probablemente lo serían.)

Lo que pasó: Akira llegó a las 3h45. Se perdió pq no es de Tokio. Tampoco sabía(mos) dónde estaba la entrada a la autovía que nos llevaría hasta el pie del Fuji, con lo cual estuvimos buscando, y mis 3 horas de sueño en el coche se fueron al garete. Pero llegamos bastante pronto al pie del monte Fuji, antes de las 6 (una hora después del amanecer). Tuvimos que dejar el coche bastante más abajo de la quinta estación, concretamente en la tercera, porque el aparcamiento de la quinta estaba lleno.

6h menos cinco, dejamos aparcado el coche y subimos carretera arriba. Estamos aprox. a 1600 metros. Cosa de las 7h30 llegamos a la quinta estación, donde hay unas pocas tiendas. Está a 2000 metros de altura. Tomamos un té de setas y el desayuno, y a las 8h pasadas emprendemos camino. Andamos por un bosquecillo, pero en seguida estamos transitando por un empinado camino de piedras.
Tenemos que pasar por las estaciones sexta, séptima, octava y novena, antes de la cima.

Llegamos a la sexta estación. Ya llevamos más de una hora andando desde la quinta, y por supuesto con una cuesta arriba maja. Venga, otra hora más de marcha. Llegamos a la sexta estaci... ¿Sexta? ¿Otra vez? Resulta que la anterior era la "Nueva sexta", y ésta es la "Sexta". Bueno saberlo. Nos tomamos la primera dosis de la medicina que nos sobró de nuestro viaje al Tibet, la específica contra el mal de altura. Los lectores habituales de este blog la recordarán del viaje de hace un par de años.

Tras otra hora de marcha cuesta arriba, llegamos a la séptima. Muy bien, lo damos todo y tras otra hora más llegamos a la ¿¡séptima!? Mismo truco del almendruco. Primero es la "nueva", luego la "auténtica". Ya hemos pasado con mucho de mediodía.


Otra hora más, y por fin llegamos a la octava estación. La pendiente ya está empinadísima. Otra dura hora y estamos en la ¿octava? estación. Con la gracia ésta de las estaciones duplicadas se me está haciendo el camino eterno. ¿Cuántas horas llevamos? ¿No deberíamos haber llegado ya?

Llegamos a... No, no llegamos. Descansamos a lo largo del camino. Un viejecito con un mochilón nos regala una bebida de gelatina a cada uno. No me hace falta, pero tampoco quiero ser descortés, la acepto agradecido. Total, en breve llegamos a la cima y como allí, no es cuestión de llenarse el estómago a tontas y a locas.

Llega... mos... a la novena... estación.
No sé si estoy cansado o hasta las narices. Tengo cosas mejores que hacer que subir montañas que no acaban nunca. Me da igual que ésta sea la montaña más famosa de Japón.

Ascenso... hasta... la... cima... Qué... largo... se... hace.
¿1 hora más? El tiempo deja de tener sentido.
Nos tomamos la segunda y última dosis de la medicina tibetana. Funciona de mil amores.
Notamos como si nos faltara oxígeno en la sangre, pero no nos duele en absoluto la cabeza. A nuestro alrededor no paran de aspirar latas de oxígeno. Yonquis.



¡La cima! Ni emoción ni alegría, tan sólo alivio. Y hartanza. Y cansancio.
"Piensa que ya tienes algo entretenido que escribir en el blog."
Claro, eso será si llego abajo. Porque ahora hay que bajar.


Primero voy a comer un tazón de arroz con carne, que... ¿sólo dan de comer a los que se quedan en el albergue? Lástima, porque el siguiente restaurante está a 1 hora andando.

Son ¡¡las 18h00!!
Vámonos ya, Akira.

Empieza la dura bajada. Me cuesta mucho más que subir, es más dura en la pantorrilla.
Bajamos una hora, y como unos fideos (yakisoba) instantáneos.






Son las 19h, y ya prácticamente es de noche.
Saco la linterna que normalmente llevo en la bici. Me la había traído "por si acaso". También compré pilas en la octava estación "por si acaso". Pues sin esta linterna básica sería hombre muerto. Bajamos iluminando donde pisamos. Bajamos, otra hora más. Y otra. Y otra.

Las luces de abajo se ven tan lejos. Mi concepción del espacio-tiempo no tiene nada que ver con la que es normalmente. Saldré vivo de aquí seguro, pero no sé cuándo. Quizás no haya más remedio que tirarse al suelo y dormir. No se vé nada, es agotador no saber a dónde te va a llevar el camino. Un descanso, otro descanso, otro descanso. Uno cada 20 minutos, ya no hay fuerzas, no hay ánimo. Por lo menos el móvil funciona, pero de poco me sirve.

Finalmente llegamos. A la salida. La quinta estación, son medianoche menos 10. Hemos pasado 18 horas justas, casi todo el rato subiendo y bajando la montaña. A veces descansando. Cómo me alegro... Llegamos a Tokio a las 4 de la mañana.

Moraleja: el Fuji, mejor de lejos.

Y aprovecho para saludar a mi primo Jorge, q cumple años el día 3. ¡Un abrazo!

lunes, julio 12, 2010

¡Campeoooooones! (¿primera parte?)

Todos sabemos q España es campeona del mundo desde ayer.
Así que sin más dilación, paso a contaros cómo vivimos la final en Tokio.
Resumo un poco, q son las 2 y mañana también curramos, je je.

El partido empieza a las 3:30 de la mañana, así que en pie a las 2:30 para ponerme la camiseta de la Roja (ya la tenía para partidos de futbol sala, mira qué bien), e ir andando al cruce más cercano para coger un taxi allí. Pero justo antes de salir el bueno de Adri me envía un mensaje preguntándome si voy ahora para Shibuya, porque le han cambiado los planes y me puede llevar en moto. Yo encantado, me ahorro el taxi y el paseo al cruce; empleo el tiempo en llamar a mi hermanita y los abuelitos. Mis padres están yendo de la primera casa a la segunda, así que ya hablaremos más tarde.

Nos plantamos en Shibuya, y el pub irlandés Hobgoblin estaba hasta los topes de españoles. El metro de Tokio en hora punta está más vacío. Tanto es así que Adri prefirió irse a casa a ver el partido tranquilamente, a la vez q escuchaba la Ser.

En éste nuestro pub para la final sólo había 4 neerlandeses, ahí como un solo hombre animando a su equipo en medio de la marea roja. Bueno, animando en silencio.

La primera parte fue la más dura porque... sí, España dominó más que en la segunda. Pero fue dura pq yo llegué justo con 10 segundos de partido empezado, es decir que ya tuve suficiente con situarme en una posición decente para ver una de las pantallas (primera y tercera fotos abajo). Y como estaba cerca de la entrada, no paraba de pasar gente a pesar de lo apretadísimos que estábamos.
Una de las que se iban durante la primera parte: "Perdón, disculpas, por favor dejadme."(すいませーん、ごめんなさい、通して下さい。)
Yo: "Si pudiera te dejaría, no lo dudes."(通せるもんなら通して上げたいんだけどね。)
Y ambos nos reímos.
Las sardinas en lata tienen más sitio del que teníamos nosotros.

Durante el descanso salió e incluso se fue bastante gente, y ya pude pedir un té frio y evitarme una deshidratación grave.

Segunda parte con más buen rollo, de pie pero ya cerca de la barra y más holgado, rodeado de amigos como en la primera parte, eso sí. El partido evoluciona como todos sabéis, sin goles pero todos confiando, creyendo en la victoria. Una americana que hablaba bien español está apoyada en la barra haciendo de samaritana, es decir abanicándonos a los que estamos cerca.
Cuando le doy las muchísimas gracias, le dice a otro: "Ves, el barbas sí que sabe." Si me hubiera llamado Lobezno ya habría sido perfecto, je je.

Intercambiamos algún comentario más. Me comenta un amigo que ha venido a Japón de luna de miel, pero que el novio no está por ninguna parte... uyuyuy.
Nah, yo creo q se habrá quedado en el hotel durmiendo, q son las tantas de la madrugada. Y la novia, con ese español, probablemente sea forofa de España y no quisiera perderse el partido.

Acaba el segundo tiempo y seguimos sin marcar.
Qué nervios, claro que esto es lo chulo del futbol, no saber qué pasará pero sentir la adrenalina momento a momento. En parte por eso lo único que veo son los mundiales, te lo juegas todo en cada partido. La liga disfrutadla los que os guste, pero son demasiados partidos para mi gusto, cada uno no tiene ni mucho menos tanta importancia como aquí.

Mientras busco a una amiga japonesa con la que he quedado en el bar, pero a la que todavía no encuentro, aprovecho para preguntarle a una chica neerlandesa:
-Nerviosos, ¿eh?
-¡Sí! ¿Y vosotros?
-¡Nerviosísimos!
Chocamos, y vuelvo a mi búsqueda de Ayu, que resulta ser infructuosa.

Empieza la prórroga y España va a matar, la Roja sigue presionando en la segunda parte de la prórroga pero todavía sin goles. El chico detrás mío dice: "¡Que Holanda quiere penaltis! ¡Mira como han dejado que ese balón saliera fuera!"

Sufrimos el partido como todos en España y el resto del mundo, hasta que ese maravilloso gol de Iniesta hace explotar todo el bar en un estallido de alegría y abrazos.

Pasan unos minutos y ya somos ¡campeooooones!
Ponen We Are the Champions, y luego nos obsequian con los grandes éxitos de los Gipsy Kings.

Un amigo me revela que la camiseta de España que llevo es la de la selección del 82. Yo pensé que ya se había quedado antigua porque la compré hace 5 años, pero no pensé que ya fuera un diseño retro en el momento de comprarla, je je.

Aquí tenéis tres fotos de cómo estaba el pub.
Actualizaré esta entrada con más fotos en cuanto me envíen un par de amigas las que tomaron ellas.


Ambiente tras la victoria en el pub.


Más felicidad, aunque todos de espaldas.


Ay, ese brazo ahí en el medio ha truncado mis esperanzas
de ganar el Pulitzer de fotografía. La selección con la copa en
pantalla, el ambiente eufórico en el bar de Tokio... En fin.


Y os dejo por el momento con un vídeo de Vaya semanita, muy gracioso y muy cierto, por si no lo conocíais.